praia do forno.
los dioses estan de nuestro lado: el pronostico agorero de weather channel falla otra vez y el cielo de buzios brilla celeste. salimos, entonces, a explorar la costa del sol. y comprobamos, en el bondi a arraial do cabo, la (mala) fama de los colectiveros locales, que manejan como si no hubiera un mañana.
al costado del camino, vemos pastorear a decenas de ejemplares de unos bichos que parecen vacas flacas, blancas y jorobadas. son cebues, aprenderemos horas despues, tras habernos cenado a uno de ellos.
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abordamos la escuna que nos llevara a navegar por praia do forno, ilha do farol, gruta azul y prainhas. entre los pasajeros hay una pareja de brasileños abducidos del casting de cuestion de peso. cargan tres paquetes de papas fritas (los vaciaran uno tras otro, ademas de clavarse un opiparo almuerzo en medio de la excursion) y una heladerita donde alcance a contar diez latas de cerveza.
aca, los micros tienen asientos con prioridad para discapacitados, embarazadas y... obesos. victimas de una cultura gastronomica en la que mandan las frituras, el azucar y el alcohol, los gordos de este pais remiten inexorablemente a la imagen del padre de chihiro transformado en cerdo. seguiran comiendo y chupando hasta reventar, pero una cosa es segura: moriran con la sunga puesta.
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el regreso a buzios incluye una escala en la rua dos biquinis de cabo frio, una especie de shopping tematico de mallas femeninas a cielo abierto. mientras ella mira vidrieras, me detengo en un puesto de caldo de caña a beber una dosis de veneno para diabeticos.
la cena, un churrasco (parrillada) organizado por los anfitriones de la posada, sorprende gratamente. confieso que no esperaba mucho de un chileno asando carne brasileña. pero mis prejuicios quedaron, de nuevo, definitivamente enterrados ya desde el primer choripan.
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