29.3.09

dia 6: rio

copacabana.


caco, nuestro anfitrion chileno, madruga para alcanzarnos a la modesta estacion de micros buziana. en los 5 minutos que dura su aventon lo escuchamos despotricar contra la asfixia impositiva del gobierno municipal, las tasas de usura que cobran los bancos para dar credito y la incipiente ola de violencia y crimen que salpica a la ciudad.

las habas, es cierto, se cuecen en todas partes. pero el paisaje bucolico de estas playas ayuda -ahi la diferencia- a digerirlas mejor.

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lo primero que diviso cuando el bus ingresa en rio son los cientos de containers del puerto, apilados como fichas de domino. despues advierto, mar adentro, un par de buques que intuyo petroleros: emblemas de la riqueza energetica de brasil, tan reciente como devaluada. y enseguida asoma, alla lejos y arriba, la silueta difusa del cristo que redime los abundantes pecados del llano.

otro bondi a leblon nos deja en la puerta del hostel, donde andré nos bienrecibe con caipirinha. despues, larga caminata exploratoria hasta el mitico copacabana palace, lujoso resabio de una arquitectura y un tiempo que no volveran.

al regreso, desde la ventana del cuarto descubro la postal de los contrastes urbanos. una mujer revuelve la cotizada basura del barrio acomodado; una huesped descansa en la hamaca paraguaya del patio. las separan un muro y un abismo. pero cuando alcanzo a encender la camara y me apresto a capturar la imagen que dira 1001 palabras, la cartonera carioca no esta mas alli.

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urgidos de feijoada, salimos por la noche en busca de la receta insignia de la ciudad maravillosa. pero algo falla: el lugar que nos recomendaron queda mas lejos de lo previsto y resulta ser una trampa grosera para turistas vip (60 reales por persona un guiso que nacio como comida de pobres!). para colmo, los borrachos y mendigos de la ipanema nocturna meten -hay que decirlo- algo de miedito.

terminamos, entonces, cenando pastas en el restoran de enfrente del hostel, bajo la atenta mirada de un mozo freak empeñado en impedir que nos sirvamos por nuestra cuenta en el plato. afuera, suena un chaparron de esos que mojan mucho y enfrian poco: como todos los que, en verano, caen sobre este rincon del mundo.

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